sábado, 8 de febrero de 2014

Violencia institucional

Violencia institucional

La violencia, en sus múltiples manifestaciones es siempre una forma de ejercicio del poder mediante el empleo de la fuerza e implica la existencia de un ¨arriba¨ y un ¨abajo¨, reales o simbólicos, que adoptan habitualmente la forma de roles complementarios. El empleo de la fuerza, se constituye así, en un método posible para resolver conflictos como el intento de doblegar la voluntad del ¨otro¨, de anularlo precisamente, en su calidad de ¨otro¨. Las exigencias económicas de la globalización imponen cambos profundos que conllevan consecuencias sociales de desestructuración, disgregación y exclusión social y, ¨prácticas desembozadamente ajenas a la ley son perpetuadas precisamente por quienes tienen la responsabilidad social y legal de cuidar de los ciudadanos, de mantener el orden en su mundo, de preservar la estabilidad y predictibilidad de sus vidas, constituyendo esto, una forma de violencia institucional que afecta a la sociedad en su conjunto.
La sociología de la organización ha dejado suficiente constancia de que los valores normativos estratégicos, y los modelos de las organizaciones administrativo-políticas, no dependen del azar ni del capricho de sus miembros, sino que tienden a estar en consonancia con los imperativos de su entorno socioeconómico y político institucional. La corrupción y la fragilidad en las instituciones arraigan en la violencia institucional, incluida la del propio Estado, y tales prácticas se incorporan al ¨modelo autorizado¨ en todos los sectores de la actividad, públicos y privados, resultando así, que la primera modalidad de conducta violenta es la violación de las leyes y /o retardo en la aplicación de las normas vigentes.
De los que se trata es que nuestras instituciones cumplan un papel protector. Cuando esto no ocurre, cuando las instituciones que deben proteger causan daño, lo hacen de una manera tal que, la violencia y el daño quedan mistificados y justificados, llegando incluso a desfigurar el Estado de Derecho. La mayoría de los países democratizados recientemente no se encaminan hacia un régimen democrático representativo e institucionalizado, ni parece siquiera que lo vayan a hacer en un futuro previsible.
Las formas de democracia ¨ delegativas ¨ se basan en la premisa de que la persona que gana la elección presidencial está autorizada a gobernar como él o ella crea conveniente, sólo restringida por la cruda realidad de las relaciones existente y por la limitación constitucional del término de su mandato. La delegación (por parte de los ciudadanos) incluye el derecho (y el deber) del presidente de administrar los amargos remedios que recompondrán la salud de la nación.
En las democracias institucionalizadas, esta responsabilidad no es sólo vertical - es decir la implicada en el hecho de que periódicamente los gobernantes deben rendir cuentas en las urnas -, sino también horizontal. Ella opera mediante una red de poderes relativamente autónomos - es decir, instituciones, organismos constitucionales - que pueden examinar y cuestionar y, de ser necesario sancionar, recomendar sanciones por actos irregulares cometidos durante el dempeño de los cargos públicos.
Mas aún, puesto que los presidentes delegativos ven a las instituciones que efectivizan la responsabilidad horizontal como un impedimento contra su ¨ misión¨, hacen persistentes esfuerzos para trabar su funcionamiento. El hecho de que un gobierno perciba la necesidad de introducir instrumentos normativos o telemáticos para imponer ¨ transparencia ¨, indica que el respectivo Estado experimenta una problemática estructural de ¨opacidad¨ (déficit de transparencia). Una vez introducidos, dichos instrumentos cumplirán un rol meramente ritual, dado que la ¨opacidad¨ es sólo un síntoma de una problemática da anomia que se manifiesta a través de:

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